Marcel Duchamp dedicó largos años de su tiempo como artista al "Gran Vidrio", en cierto sentido este trabajo diario en torno a esa obra se fue convirtiendo en la mejor manera de medir y al mismo tiempo, perder aquello que denominamos transcurso o vida ... casi como un juego infinito en donde a veces la meditación del artista se transformaba en desidia, desgano y contemplación; o viceversa.
Hace un par de días atrás encontré cerca de mi hogar en Santiago de Chile, estos dos vidrios en la acera, completamente descalzados en su emplazamiento, el que hace a la vez de reposo entre entre la posible mirada y el suelo, áspero y duro. Al tratar de acercarme reparo en este encuentro, en Duchamp y su taller, en lo privado de ese afán... Mientras estas dos transparencias parecieran desconocer el origen de mi curiosidad, centrada en la mirada y le registro fotográfico.
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